El PSG atraviesa un momento en el que el éxito pasado no garantiza comodidad en el presente, ya que tras una temporada en la que lo ganó prácticamente todo, el desafío de repetir se ha vuelto mucho más exigente. La derrota por 3-0 frente al Chelsea en una final internacional durante el verano dejó una huella importante, recordándole al equipo que en este tipo de partidos no hay espacio para la relajación ni para confiarse. A nivel local, la presión es constante, pues luego de 16 jornadas se encuentra a solo un punto del Lens en la lucha por la Ligue 1, una diferencia mínima que obliga a mantener máxima concentración. Este contexto suele traducirse en mayor rigor táctico, decisiones más cuidadas y menos errores, factores que, bien gestionados, pueden convertirse en una ventaja clave en una final tan determinante.
Flamengo alcanza la final con un camino bien definido y respaldado por resultados sólidos, tras conquistar la Challenger Cup con una victoria por 2-0 ante Pyramids, en un encuentro donde impuso condiciones desde el inicio y supo administrar la ventaja con orden y disciplina. Ese estilo, basado en arrancar con intensidad y cerrar espacios cuando el rival intenta reaccionar, resulta especialmente valioso en un partido decisivo, más aún cuando la solidez defensiva y la portería a cero refuerzan la confianza del equipo. El conjunto carioca está a un solo triunfo de lograr su segundo título intercontinental, recordando el histórico éxito de 1981 frente al Liverpool, un antecedente que alimenta la motivación y el sentido de grandeza. No obstante, ese peso histórico también exige manejar las emociones, ya que la clave estará en mantener el equilibrio entre ambición y paciencia, una virtud que Flamengo suele dominar cuando no se deja llevar por la urgencia tras el primer obstáculo.
