Bologna llega a este momento tras caer por 0-1 ante la Juventus, un resultado ajustado que confirma su capacidad para competir, aunque también expone la necesidad de mejorar la consistencia en el último pase y la eficacia de cara al arco. En la racha previa había mostrado argumentos para sumar, con un empate 1-1 frente a la Lazio, triunfos por 2-1 ante Parma y un contundente 4-1 frente al Salzburg, evidenciando potencial ofensivo. Sin embargo, una debilidad recurrente se mantiene: ha concedido goles en seis partidos consecutivos, una tendencia que condiciona su rendimiento. A esto se suma la derrota por 1-3 frente a Cremonese, encuentro en el que el rival aprovechó momentos clave, reforzando la sensación de que Bologna tiene dificultades para cerrar los partidos, lo que lo obliga a jugar bajo presión durante más tiempo y lo expone a transiciones que alteran su plan de juego.
Inter llega a este compromiso con el impulso de haber vencido 2-1 al Genoa, un resultado que confirma su capacidad para sumar incluso en escenarios exigentes como visitante. Su rendimiento reciente muestra picos muy altos, con goleadas contundentes como el 4-0 ante Como, el 5-1 frente a Venezia y el triunfo 2-0 sobre Pisa, evidenciando un equipo eficaz y con gran poder ofensivo. No obstante, también ha tenido tropiezos puntuales, como las derrotas ante Liverpool y Atlético de Madrid, que recuerdan que no es un conjunto invulnerable. Un dato especialmente relevante es su registro en los últimos 20 partidos, donde suma 15 victorias y 5 derrotas sin empates, reflejando una tendencia clara a definir los encuentros en uno u otro sentido. Esta característica describe a un Inter resolutivo, que prioriza la eficacia sobre el control prolongado y que suele inclinar los partidos por contundencia más que por especulación.
